Atención a la Mujer
Fundamentación
ASEJER, en su larga trayectoria en la rehabilitación de juego patológico y otras adicciones sin sustancias, desea hacer eco del grave problema que sufren las mujeres ante esta enfermedad, consecuencia de la estigmatización social que las mantiene invisibles, parte de ellas en exclusión social por la escasez crónica de oportunidades.
El número de mujeres jugadoras sigue en aumento, sin embargo, no llegan al diez por ciento las que solicitan ayuda y en caso de hacerlo acuden solas…viviendo un verdadero calvario familiar. Es la dura realidad a la que ASEJER se enfrenta en el día a día.
Las mujeres jugadoras siguen estereotipadas y enjuiciadas por la sociedad, aunque a día de hoy seamos la asociación con más mujeres de España en tratamiento (10 mujeres en tratamiento en la actualidad), la mujer sigue sin venir a tratarse, hay muchas mujeres que siguen jugando y siguen siendo incapaces de pedir ayuda por el qué dirán o por el machaque psicológico que pueden recibir de sus propias familias. Por ello, queremos llegar a muchas mujeres de la ciudad de Sevilla, para que sepan que nosotros podemos ayudarlas.
La mujer por el hecho de ser mujer tiene doble estigma en nuestra sociedad, siendo jugadora muchísimo más, ya que cuando la ven jugando lo primero que piensan es que se está gastando el dinero de la comida de sus hijos.
El juego online ha supuesto una liberación para el público femenino, que tradicionalmente ha tendido a la búsqueda de la privacidad en el juego más que el hombre (al igual que la mujer alcohólica bebe más frecuentemente en solitario mientras que el hombre lo hace más en sociedad). Y los operadores de juego, conocedores de las necesidades de la mujer en este sentido, tratan de captar a este público, utilizando, por ejemplo, personajes célebres de la prensa rosa en su publicidad, especialmente en aquellos juegos que presencialmente ya eran más atractivos para la mujer (ej: bingos).
Las mujeres sienten mucha vergüenza, se sienten mal en un mundo que para ellas es de hombres en el juego. Siempre se han sentido señaladas y vienen a nuestro tratamiento marcadas por un pasado realmente duro, aparte del enjuiciamiento social y familiar. Muchas de las mujeres que tenemos en tratamiento vienen en solitario, no las acompañan ningún marido, o familiar. En contadas ocasiones acuden con una hermana o madre, pero siempre de género femenino no masculino. Esto hace que veamos el poco avance que existe socialmente, en esta problemática en el ámbito de la mujer.
Muchas de las mujeres que tenemos en nuestro centro han recibido violencia de género, la gran mayoría ha sido psicológica y abusos sexuales desde la infancia, pero también hemos detectado otro tipo de violencia como la que ejerce la sociedad que es la violencia social.
Existen diferente tipo de violencia de genero:
Violencia física o psicológica
Desde las agresiones a la muerte
Violencia sexual
Desde el acoso hasta la mutilación genital
Nosotros las que más detectamos son
Violencia Psicológica
“Incluye toda conducta, verbal o no verbal, que produzca en la mujer desvalorización o sufrimiento, a través de amenazas, humillaciones o vejaciones, exigencia de obediencia o sumisión, coerción, insultos, aislamiento, culpabilización o limitaciones de su ámbito de libertad, ejercida por quien sea o haya sido su cónyuge o por quien esté o haya estado ligado a ella por análoga relación de afectividad, aun sin convivencia. Asimismo, tendrán la consideración de actos de violencia psicológica contra la mujer los ejercidos por hombres en su entorno familiar o en su entorno social y/o laboral.”
Violencia Social
“En este tipo de violencia encontramos conductas muy diferenciadas, por un lado, el agresor que aleja a la víctima de la sociedad, es decir, lentamente la va obligando a cortar los lazos sociales con familia, amigos, compañeros de trabajo… De esta forma la víctima queda aislada y no tiene ningún punto de apoyo al que recurrir. Y le será más difícil salir de esta situación de violencia.”
Hay que hacer constancia de que en nuestro tratamiento las mujeres jugadoras son un 10% de las personas que están en tratamiento, sin embargo, a la hora de acompañar a sus parejas el porcentaje es mucho mayor. Por ellos la elaboración del contenido necesita tiempo de dedicación para llegar a ellas.
Del total de datos registrados de los que cuenta F.E.J.A.R. desde sus inicios hasta 2017, nos encontramos con que en 1992 las mujeres constituían tan sólo el 1% de los enfermos totales en rehabilitación. En 2017 fueron el 8%, cifra ocho veces superior, pero aun así sabemos que es totalmente insuficiente, pues desde hace años existen indicios de que las mujeres con adicción al juego son aproximadamente un tercio del total de afectados por trastorno por juego.
Este porcentaje se invierte si nos referimos al número de mujeres que acuden a las asociaciones como familiares de enfermos, es decir, como co-terapeutas o acompañantes de jugadores varones. En este caso las mujeres conforman el 74%, frente al 26% de familiares acompañantes varones.
En un grupo normal de terapia de entre 10 y 20 enfermos a menudo habrá como mucho una única mujer.
Un estudio publicado en 2014 por Entertainment Software Association ha revelado que un 48% de los usuarios de videojuegos en Estados Unidos son mujeres. Según la Asociación Española del Videojuego, en 2016 el 44% de los jugadores eran mujeres.
Las mujeres jugadoras pasan por las diferentes fases que se trabajan que son:
Fase de Ganancia
Es la fase inicial, pero puede durar desde meses a varios años. Se dan frecuentes resultados de obtención de premios, que llevan a la jugadora, a través de la euforia que siente en esos momentos, a sobrevalorar sus cualidades como jugadora y sus posibilidades de desafío al azar.
El juego se transforma en una actividad excitante provocando que la jugadora apueste cada vez más dinero. Sienten la idea irracional de poder controlar el azar, aumentando su autoestima y la admiración de quienes la rodean, transformándose en un refuerzo positivo que les hace continuar jugando.
Fase de Alternancia
Fase intermedia en la que se alternan las ganancias con las pérdidas, que ya se insinúan como preludio de la fase siguiente.
Fase de Pérdida
Se inicia como consecuencia de los excesos de riesgo y conducta de juego a que da lugar la fase anterior, caracterizándose por una sucesión de los malos resultados, que lejos de disuadir al jugador le inducen a buscar dinero de forma repetida para revivir los buenos momentos de las ganancias, y la “caza” del dinero perdido se convierte en el elemento más desatacado de esta fase. La enferma comienza a aumentar sus apuestas, arriesgándose cada vez más. Asocia las pérdidas a un periodo de mala suerte y a factores externos. Las ludópatas piden préstamos y pierden cantidades imposibles de recuperar.
Fase de Desesperación
La persona que juega llega a obtener préstamos ilegales, los problemas laborales empeoran, las deudas aumentan, pueden acudir a drogas y alcohol para evadir los problemas e incluso intentos de suicidio.
Fase de Abandono
Finalmente se instaura la fase de desesperación, a la que afortunadamente no llegan todos los jugadores, si antes han decidido confesar su problema a la familia y acudir en busca de ayuda al centro. Es la fase final, la jugadora sigue apostando a pesar de haberlo perdido todo.
La mujer en el proceso de rehabilitación se adapta más rápido que el hombre, dada a la conciencia de enfermedad que presenta.
Objetivos
Visibilizar la discriminación por razón de sexo en la rehabilitación de la conducta adictiva al juego y otras adicciones sin sustancias. Tanto a nivel preventivo como a nivel de tratamiento directo.
- Hacer llegar de forma eficaz las campañas de información al colectivo femenino.
- Abordar estrategias de intervención psico-educativas integrales que incidan sobre lo personal y social sin discriminación de sexo.
- Afianzar concepto de enfermedad y necesidad de rehabilitar en términos de igualdad.
- Potenciar el apoyo familiar que facilite su proceso rehabilitador.
- Buscar los recursos sociales que normalicen sin estigmas a un sector altamente masculinizado.
- Sensibilizar a la población que el cuidado al enfermo no tiene género.
- Concienciar que los descuidos del hombre repercuten en la salud de la mujer.
- Empoderamiento de la mujer con fines igualitarios.